La ciudad inglesa de Swindon mola bastante: desde su ayuntamiento han tenido la osadía de desmantelar cinco radares de control de velocidad. Dicen que no valen para nada, y los han sustituido por algo que les resulta más útil: se recicla la cámara y el sensor de velocidad, pero en lugar de poner un multazo, a quien va rápido se le enciende un cartel luminoso donde se le dice a qué velocidad va y se le invita a frenar.
He pasado por muchos cartelitos de estos últimamente y son infalibles, oiga: a la que el rabillo del ojo ve ese aviso color rojo encenderse, pisas el freno quieras o no. Eso salva a un niño que corre tras su pelota y se te cruza por delante. Una desagradable carta con el multazo quince días después, no.
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